Puesto que los clientes no están en condiciones de calcular por sí mismos un encargo de traducción, se licita un proyecto entre varias agencias. Si bien esto es un poco laborioso, es muy eficiente. Finalmente gana el encargo la agencia más económica.
Pero nosotros estamos convencidos que con este enfoque la calidad se terminan perdiendo y uno pagando más caro. Cada traductor posee su propio estilo de redacción y su propia comprensión de los conceptos técnicos específicos de cada empresa. Si se debe re-elaborar un documento cualquiera (30% de modificaciones) y se requiere una nueva traducción, entonces los contenidos ya conocidos (70%) no deberían traducirse otra vez.
Pero, ¿cómo puede un cliente reconocer esto para minimizar los costos? Sin invertir en la correspondiente tecnología o en un socio que prepare el trabajo, este no se encuentra en condiciones de evaluar el servicio.